En el contexto actual, se hace necesaria una revisión crítica de lo que la justicia viene dejando como tareas pendientes. Una mirada derrotista nos plantearía establecer las tareas pendientes como un fracaso, pero una mirada optimista nos exige plantear esas tareas pendientes como desafíos del siglo. Aquello que la justicia no ha sido capaz de resolver en los siglos anteriores debe ser resuelto ahora: no podemos esperar más.
Nuestra sociedad nos plantea nuevos retos. Tecnología y corrupción son dos de los desafíos más evidentes. Y con ellos, muchos otros temas —como el de acceso a la justicia o el de abuso del proceso— encuentran un replanteamien-to general. El proceso responde de diversas maneras frente a ellos. Tradicio-nalmente pensado para resolver problemas individuales, el proceso se presenta hoy día como un medio para resolver problemas de masa, a través de decisiones que ya no resuelven los problemas de individuos, sino de una colectividad. Con ello, el proceso se convierte en un medio de cambio, en un medio capaz de producir incidencia en la sociedad y en la política, ampliando las fronteras de aquello que solíamos considerar como ámbito tradicional de la jurisdicción. Estos nuevos horizontes plantean nuevas amenazas a la independencia del Poder Judicial, pues hacen más apetecible el ejercicio de la jurisdicción y no solo por el poder político, sino por otros poderes fácticos.
Es una época de viejos y nuevos desafíos a la justicia. Las respuestas a ellos desde el proceso son variadas. Este libro trata de ellas.
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